miércoles, 24 de julio de 2013

Personajes: EL MAESTRO ALONSO

Hoy hablaremos de los personajes que pueblan la novela desde su inicio. Uno de los alma máter de la trama es, sin duda, el maestro de la escuela de primeras letras de Avilés: Alonso Torre Vega

Calle de la Canal, 90 años después del inicio de la novela.
De su padre, Juan Torre, sabe muy poco. Por lo visto, fue ayudante de intendente en los alfolíes de sal y miembro de la cofradía marinera de San Telmo. En cambio su madre, Catalina Vega, vive con él en la calle de la Canal. Catalina entró de jovenzuela a servir en el palacio de los Camposagrado, y aunque en 1808 está jubilada, terminó siendo el ama de llaves de la casa. 

Alonso Torre
Alonso nació en 1778. Su fino cabello es rubio oscuro, casi leonado, y casi siempre lo lleva descuidado. De ojos verdes y piel pálida, no es ni alto ni bajo. Lo que sí es, como buen maestro de escuela, es medio pobre. Desde la renuncia del viejo maestro, don Eufrasio, Alonso se encarga de la educación de los niños de la villa de Avilés en la escuela situada en un local donde confluyen la calle de la Cámara y la Rúa Nueva. 

Puerto viejo, 70 años más tarde de los paseos del maestro.
El maestro es enemigo de la violencia, humanista, y prefiere un gobierno francés e ilustrado a uno español pero feudal y tiránico. Le gusta pasear solo por el adarve de la muralla, mirando al mar en silencio. Su gran afición es el dibujo: ha retratado a todos sus alumnos, regalándole después a cada uno su respectivo dibujo. 

En abril de 1808, lo más importante para Alonso es la tranquilidad de su madre, su amistad con Tomás el mulero, su escuela y tomar café, de vez en cuando, con el héroe local: Nicolás de Llano Ponte...

...uno de esos cafés cambiará su vida para siempre.  

De regalo, el tema de Alonso y el de Tomás, banda sonora de La Vieja Bandera:


NOTA: Créditos y Derechos de las imágenes a quien correspondan.

viernes, 19 de julio de 2013

19 de julio de 1808: Batalla de Baylén

Comenzó de madrugada, tal día como hoy hace 205 años. En nuestra novela "LA VIEJA BANDERA", de próxima publicación en la editorial De Librum Tremens, la acción se sumerge de lleno en la batalla que alcanzaría tal renombre en su época que la noticia de la derrota francesa se conoció rápidamente en Londres, París y Viena. Ofrecemos un extracto de cómo empezó todo, en la negrura de la noche, cerca del puente del río Herrumblar...:

"Alguien iba a decir algo, pero entonces escucharon en la oscuridad unas pisadas de caballo provenientes de este lado del río.

-Schhh...

Se incorporaron los cuatro suboficiales, intentando ver. La luna, en su fase, apenas iluminaba, y la neblina tampoco servía de ayuda. Tiraron al suelo los cigarros y apagaron rápidamente los faroles, previniendo a la tropa. Los más bisoños se azoraron. Al momento, en el camino, surgieron dos figuras que avanzaban con tiento en la tiniebla.

-Mierda, Mamerto -susurró Villarroya.
Bonifacio Ulrich se adelantó un paso.
-¿Quién vive?

Sin respuesta. Las aguas del Herrumblar chapaleaban cerca, agujereadas por las estrellas. Baylén dormía.
-¿Quién vive?
Silencio. Tintineo de metales. Botas aferrándose a la sequedad y el polvo del suelo.
-¿Quién vive?
Hubo un movimiento en las dos figuras quietas hasta entonces en el camino. Una de ellas alzó la voz.
-¡FRANCE!
Dos fogonazos estallaron en la negrura, chispeando en el aire caliente, y por un instante dos rostros crispados y peligrosos aparecieron como fantasmas. Los españoles se echaron al suelo sin que los disparos hiciesen blanco. Al momento, sin darles tiempo a los dos exploradores para retirarse, los suizos de Ulrich respondieron con varias descargas de fusil, matando a los franceses. Los caballos huyeron.
-Ya están aquí, Nemesio. Como tú querías.
-Mamerto.
-¿Mm? 
-Estás loco."

martes, 16 de julio de 2013

Tal día como hoy de 1808, en Mengíbar...

...tuvo lugar el primer gran enfrentamiento que antecedió a la batalla de Bailén. Aquel 16 de julio de 1808, las fuerzas españolas dirigidas por Réding y Venegas riñeron combate con las francesas de Liger-Belair y Gobert. Y, tal y como se dice en la novela, "La Vieja Bandera"... 

"...Réding debía pasar hacia Baylén para reunirse con Coupigny y completar el plan. Gobert y Liger-Belair tratarían de impedírselo, pues Baylén llevaba a la sierra y a los pasos de Despeñaperros que comunicaban con Madrid, y Dupont podía quedarse allí  encerrado con más de veinte mil hombres."
 Aquella acción de Mengíbar, a escasos kilómetros de Bailén, brinda la ocasión de presentar a dos nuevos personajes de la novela: el sargento Nemesio Villarroya y el cabo Mamerto Chaves. Para abrir boca, reproducimos un nuevo fragmento relativo a Mengíbar: 

"La palabra coraceros reptó entre la tropa. Los uniformes verdes de los Cazadores de Olivenza y amarillos de los Dragones de Numancia se perdieron momentáneamente entre el polvo y el humo. Al poco, los doscientos setenta jinetes españoles se toparon con una masa de cuatrocientos coraceros en orden de batalla. Las corazas de acero, los vistosos cascos de Minerva con crestas de crin de caballo, los curvados sables. Todos medían más de cinco pies y medio de altura, agigantándose sobre sus caballos, comandados por el mayor Christophe que ordenó cargar a su vez contra los españoles. La embestida, mortal de necesidad, fue demasiado violenta para que los de Numancia y Olivenza pudiesen resistirla. Obligados a la retirada, tornaron grupas mientras varios de ellos eran acribillados por los coraceros, que iniciaron a su vez la persecución de la caballería española.

         El sargento Villarroya había visto toda la maniobra sin perderse un detalle, tanto como el humo le permitió ver. Supo entonces que había llegado su momento.
         -¡A mi orden! –chilló, mirando a su modesto escuadrón y a los granaderos de la Reina.
         Los soldados intercambiaron miradas entre ellos, mirando de reojo aquella nube que no dejaba de crecer y acercarse, erizada de sables propios y enemigos.
         -Pero Nemesio… -trató de objetar Mamerto Chaves.  
         -Cabo Chaves, en posición reglamentaria –cortó en seco Villarroya.
         Lo que les caía encima no admitía discusión en las órdenes. El regimiento de Barbastro se adelantó un poco más dejando mayor espacio entre ellos y los granaderos de la Reina mientras la artillería española tronaba sin cesar, el calor ahogaba y las gargantas picaban suplicando agua.
         -¡Si rompen la primera línea FUEGO A MI ORDEN!..."




jueves, 4 de julio de 2013

Un escritor novel ante la novela histórica: realidad y ficción.

Un escritor novel ante la novela histórica: realidad y ficción. Hablemos hoy de cómo un autor bisoño, como es el caso, afronta la problemática de confrontar sus personajes y su historia inventada con la realidad histórica en la que se ambienta la trama.

Desde luego, el asunto no es baladí. Un pequeño detalle aparentemente sin importancia puede, bien sacar al lector del curso del relato, bien terminar de atraerlo al submundo que has intentado recrear. La Vieja Bandera transcurre entre abril de 1808 y mayo de 1809. Los personajes tienen, por tanto, usos y costumbres sociales diferentes a las actuales, y el autor debe contar con eso a la hora de hacerlos hablar e incluso sentir, pues sus esquemas mentales y sus procesos de razonamiento no siempre son entendibles mirándolos desde nuestros parámetros de 2013. Esto, en la teoría, parece claro y límpido como agua de manantial. El problema surge cuando te enfrentas al folio en blanco. Y no por faltas de ideas, sino por cómo encajar esas ideas en un siglo que no es el tuyo.

Por otra parte, en La Vieja Bandera confluyen los personajes inventados y los personajes reales. Éstos últimos, cabe decir, son reales de nombre y existencia, pero eres tú quien los hace hablar, actuar, pensar. Intentas hacerlo de la manera más fidedigna posible a cómo podrían haberlo hecho. En este sentido, es muy útil buscar citas que reproduzcan sus propias palabras, o fuentes cruzadas o secundarias. Algunas resultan curiosas en este sentido. Por ejemplo, Napoleón Bonaparte y el general suizo-malagueño Teodoro Réding, nunca hablaron de tú a tú, sin embargo, Napoleón pronunció aquella frase: “Por todas partes por donde voy en Europa, encuentro a Réding frente a mí”. 

Es una simple frase muy del gusto del Gran Corso, que a la vez nos revela varias cosas: que Napoleón reconocía en Réding al verdadero vencedor de Bailén; que Bailén causó en el emperador y en toda Francia y Europa, una impronta verdaderamente fuerte que caló durante varios años; y que Réding era un general lo suficientemente importante como para que Napoleón recordase su nombre. ¿Cómo dejar pasar la ocasión, por tanto, de entregar esa frase a la novela y ponerla en boca de su autor? 

La ambientación, en esta novela, pretende ser un personaje más. Las ciudades están descritas con profusión, sobre todo Avilés y Bailén. La labor de investigación es fundamental… siempre lo es, pero aquí hay que dar el todo por el todo y, al mismo tiempo, no avasallar al lector con detalles que jamás recordará. Pero… ¡es tan grande la tentación! Es en la descripción de los ambientes donde se puede ser muy fidedigno, aportando gran profundidad al relato y haciendo que tus personajes inventados paseen por ciudades reales tal y como eran en su época. De tal manera que si el maestro Alonso se asoma a la muralla de Avilés, derruida en 1819-1821, vea lo que con bastante seguridad pudo verse cuando estaba en pie. Y que cuando Tomás y Teresa caminan por Bailén, recorran plazas y calles que hoy no existen pero que dejaron su impronta en la ciudad. Los colores, los olores, las vistas, las distancias… mucho era parecido a hoy pero al mismo tiempo muy distinto. Los sentimientos son otro cantar. Están influenciados, sin duda, por la época en la que se sitúa la acción, pero al tiempo, otros son universales desde La Ilíada y Homero.

Dice el maestro Arturo Pérez-Reverte que, en una novela, no importa tanto dónde y cuándo la sitúes; más bien, lo verdaderamente importante es si habla o no del Corazón del Hombre. Yo tardé en comprender eso, por lo que la novela comenzó más bien como un relato de humor ligero, debiendo rehacerla casi entera cuando fijé el foco en el corazón de unos personajes que, sí, ciertamente, se movían entre viajes, batallas y uniformes… pero eso dejó de ser lo fundamental. Y, así, todo, esquemas, desarrollo, planificación, líneas de tiempo, personajes… todo comenzó a recibir una fina lluvia de corazón de hombre. 

¿Es importante cómo evoluciona el regimiento número 3 de Réding en la batalla de Bailén? Sí, es importante que lo que narras sea lo más veraz posible… pero más lo es situar a tu personaje ahí en medio, y contar qué siente cuando, a mediodía del 19 de julio de 1808, en la tierra seca y quemada que circunda Baylén, ocurrió esto…: 

“Dupont desenvainó el sable. 
-¡VIVE L'EMPEREUR! 
 Sus hombres le respondieron con su último hálito guerrero. Las columnas se formaron por última vez con todo lo que a los franceses les quedaba en pie, llegando hasta los siete mil hombres. Cargaron directamente hacia los cañones de Réding, a pie, con Dupont a caballo sable en mano. 
En avant! En avant! 
France! France! 
FRANCE EN AVANT! 
El sol quemaba la tierra que pisaba aquel enorme martillo azulado y sediento que avanzaba al paso de carga levantando cortinas de polvo. Alonso Torre Vega, maestro de escuela, se juró a sí mismo grabar aquella imagen en su memoria para, caso de sobrevivir, poder contárselo a sus hijos y a sus nietos. Las águilas doradas, las banderas tricolor, las bayonetas afiladas, manchadas y brillantes. 
En avant! En avant par LA FRANCE! 
Par l'Empereur! 
Par la FRAAAANNCEEE! 
Entonces, se desencadenó el Infierno. 
El propio general Réding, apremiando a sus hombres aunque éstos no pudiesen oírle desde la cuesta del Molino, ordenó una descarga general de fusilería y artillería sobre las columnas de Dupont. El averno sobre la tierra árida. Los cañones escupían las balas, se refrescaban, volvían a limpiarse, se cargaban, estallaban, se aguaban, se limpiaban, rugían una y otra vez. Los fusiles, en primera línea, no daban más de sí. Alonso se vio a sí mismo otra vez con las manos quemadas, los oídos embotados, la conciencia sorda. 
¡ESPAÑA! ¡ESPAÑA! 
¡QUE NO PASEN! ¡SANTIAGO Y ESPAÑA! 
A novecientos pasos de distancia, la columna francesa comenzó a horadarse ante los disparos enemigos…"
Regimientos franceses se defienden de un ataque español en Bailén.
(Créditos a quien correspondan)