jueves, 31 de octubre de 2013

¡SEGUNDO Book Trailer!



Ya está aquí el segundo booktrailer de

 LA VIEJA BANDERA

 




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¡En febrero de 2014, en la editorial De Librum Tremens!

martes, 8 de octubre de 2013

Personajes: TOMÁS, EL MULERO

El pasado 24 de julio dábamos unas pinceladas de uno de los principales personajes de la novela, el maestro Alonso. Hoy, hablaremos de su amigo Tomás Arango, también conocido como el mulero.
Vieja calle del Ribero, cerca de la casa del mulero.
Tomás no tuvo una infancia feliz. Sólo conoce el apellido de su padre y ni siquiera sabe exactamente cuál es su edad. Pasó sus primeros años donde su madre lo dejó, en el monasteriode los frailes franciscanos de Avilés. Con el tiempo, llegaría a ser casi como un hijo para el padre guardián, fray Alejo Viña. Su único amigo de verdad fue, siempre, el maestro Alonso. Siendo adolescente se escapó del monasterio y anduvo perdido, si bien nunca habla de esa época. Gracias a la señora Catalina Vega, madre de Alonso, el mulero pudo (mal)vivir de alquiler en la calle del Ribero, número 22. 

Subsiste trabajando de mulero, con una pequeña recua de animales que alquila, compra y vende en los mercados alegales. Negociante nato, siempre atento a trapicheos y posibilades de cerrar un trato con quien sea, Tomás aporta a la novela elementos de humor sin caer en la caricatura. Es, verdaderamente, un personaje que honra la Amistad y refleja la vida de buena parte de las clases populares de aquella época, expuesta sin edulcorantes ni artificios. Asimismo, posee su propia evolución. Veamos un fragmento:

Desató su mula, se despidió de los criados que charlaban en animado corrillo y se encaminó hacia la oscuridad de los álamos con su carromato guiando al animal por el ronzal, sin subirse al pescante. Tras él se extendían las marismas de Zeluán, el pueblecito de Nieva, los arenales de las Arobias, la enorme playa de Raíces y la isla de San Balandrán, escenarios todos de las más variopintas leyendas forjadas en las mentes de los vecinos y marineros, arrastradas desde las islas Canarias y más lejos. Todo se adormecía ahora, y Tomás se sintió de pronto frágil y pequeño. Aquella vez, como otras muchas, experimentaba la necesidad de saber, de preguntar para averiguar de dónde salían todos aquellos nombres y qué historia tenían. Luego sus mulas y sus trapicheos, entremezclándose con los recuerdos de una vida bastante dura, devolvían al mulero a la cruel y cotidiana realidad. Había algo que se le escapaba, en todo aquello. Algo más grande que él y que ignoraba si, realmente, deseaba conocer.
         Con aquellos pensamientos fogueados por el reciente trago de coñac, Tomás el mulero cruzó la puerta del Puente tirando de su mula, iniciando la subida por la calle de San Nicolás. Tras su estela, envueltas en tinieblas, las silenciosas ruinas de la capilla de San Sebastián recibieron el viento más frío del crepúsculo.
Creemos que un buen personaje ha de seguir una evolución paulatina y natural, pero constante, a lo largo de la novela. De tal manera que Tomás irá cambiando, por unas causas que entremezclan risas, sangre y lágrimas, a medida que vaya descubriendo ante sus ojos todo aquello "más grande que él".
Otra vista de la calle del Ribero con la fachada del hospital
de peregrinos que Alonso y Tomás podían ver en 1808.