martes, 5 de mayo de 2015

CRÍTICA DEL PERIODISTA ASTURIANO SANTY MENOR


Nos llega una nueva reseña y crítica de 'La Vieja Bandera', esta vez realizada por nuestro amigo, el periodista de 'La Voz de Avilés' y 'Guía Grupo Norte', autor del libro 'La Soledad del Portero', Santy Menor. Le agradecemos sus palabras, así como sus recuerdos personales. Un placer contar con lectores como él. 

LA VIEJA BANDERA 1-5-15

Cuando conoces al autor o autora de un libro todo cambia. Te fijas más en los detalles, intentas ver más allá, apreciar su personalidad o ideología en la historia… Y eso fue lo que me pasó leyendo La vieja bandera, novela escrita por mi amigo y exprofesor en prácticas Rubén Sánchez Cueva

Lo conocí siendo alumno de primero de Bachillerato y con él recordé lo estudiado en Secundaria y alguna cosa más de la Revolución Rusa. Era un entusiasta de la historia, un entusiasta de su trabajo y cuando supe que su primera obra tenía mucha relación con el pasado no me sorprendió en absoluto.
Mi segundo y definitivo contacto con él llegó a través del Real Avilés, una pasión que nos une. Fue entonces cuando atamos cabos, recordamos los viejos tiempos y cuando me enteré de la publicación de su primer libro no dudé en ir la presentación oficial y comprarlo. Mi falta de tiempo y el amontonamiento de ejemplares en la mesita me hizo esperar bastantes meses antes de abrir La vieja bandera, pero desde el primer momento en que lo hice y hasta la última página, la historia me mantuvo en vilo.

Y es que Rubén me ha sorprendido. Confiaba en descubrir buenas descripciones, apuntes históricos para sentar cátedra… Pero la capacidad que ha tenido para recrear escenas de todo tipo, el toque humorístico, la minuciosidad en los detalles y la variedad lingüística me terminó por conquistar del todo.

Quizá sea un libro algo denso para lectores y lectoras noveles, pero pese a ello lo recomiendo fehacientemente. La interrelación de historias, el paso del presente al futuro con una delicadeza impecable, la calidad narrativa… La vieja bandera lo tiene todo. Además, a mí las historias que más me gustan son las que tienen un final feliz y en este caso se cumplieron mis expectativas.

Quiero darle mi enhorabuena pública a Rubén por el talento literario que ha demostrado y espero leer más pronto que tarde su segundo libro, que seguro no tendrá nada que envidiarle al primero.


PD: Soy muy de Alonsín y de Tomás. Por cierto, el primero me recuerda un poco a alguien que por un tiempo me dio clase. Y sí, él también intentaba dar lo mejor de sí frente a sus alumnos.

sábado, 21 de febrero de 2015

Crítica de "La Vieja Bandera", por Eduardo García

Nos siguen llegando críticas de la novela. En esta ocasión, recibimos la esperada opinión y análisis de Eduardo García. Una crítica construida desde un punto de vista muy particular, y que, a nuestro juicio, arroja luz sobre zonas y personajes claroscuros del libro. Por ejemplo, sobre Leo. No está de más señalar que Eduardo es el primero que escribe su nombre completo: Leonardo
No es casual...


LA VIEJA BANDERA

Oviedo, 18 de Febrero de 2015


Era una tarde lluviosa de invierno. Desde la ventana del salón se podía adivinar mirando al cielo, que en los planes del clima, tan común en aquella zona, no estaba el de dejar tomar algo más de protagonismo al color azul.

Tocaba esperar a que su novia se acabara de arreglar y en la televisión no había nada que pudiera interesarle lo más mínimo. Como tantas veces, prefirió pasear de un lado a otro de la estancia mirando fotos, y cuadros entre mirada y mirada al reloj. En esto, se fijó en un libro que descansaba sobre una mesita auxiliar. Sobre libretas, bolígrafos, portaminas y fluorescentes, un ejemplar voluminoso le invitó a acercarse. Lo cogió entre sus manos y lo balanceó intentando averiguar su peso.

-Es el “tocho” que Jimena compró el otro día en la librería de don Nicomedes- recordó Leo- últimamente no se separa de él.

Decidió echarle valor y se sentó en el sofá abriendo la portada y pasando las primeras páginas: dedicatorias… hoja en blanco… ¡aquí está, la primera página!.

De primeras, le pareció un libro muy bien escrito, ortografía correcta, lenguaje muy cuidado y una historia que comenzaba muy descriptiva, introduciendo al lector poco a poco en un escenario que no costaba nada imaginar, debido a la minuciosidad del autor en esa tarea. Los personajes iban haciendo acto de presencia poco poco, y casi sin darse cuenta, las páginas fueron pasando una tras otra.

-La guerra de la independencia contra los franceses… de eso había comentado Jimena que trataba...

En esto Jimena entró en el salón, ya había terminado de arreglarse. Vio a Leo con el libro entre sus manos y esbozó una sonrisa juguetona.

-¿Vas a empezar a leerlo?... no te arrepentirás, ¡es una novela increíble!.

Leo asintió sonriente. La verdad es que su intención era solo la de hojearlo mientras ella terminaba de prepararse para salir, pero si había algo que Leo tenía prohibido en su comportamiento consciente era decepcionar a Jimena… así que desde ese día, se propuso a leer las casi ochocientas páginas que aquella novela le ofrecía.

Pasaron los días, y por qué no decirlo, las semanas. A Leo le gustaba leer, pero su ritmo no era maratoniano precisamente. Su momento para la lectura solía reducirse a poco tiempo antes de apagar la luz para dormir cada noche. Pero aun así, algo le impedía dejar de lado aquel libro… casi sin darse cuenta, fue empatizando con los personajes como hacía mucho que no le ocurría. Se sentía parte de ellos, la historia lo inundó hasta el punto de sufrir cada dolor, reír cada broma y llorar cada pena.

Lo único que le resultó más complicado fue el intentar asimilar tanto nombre de personajes que habían sido parte importante en aquella España de principios del siglo XIX, aunque entendía, que el autor había querido dar la mayor información posible a los lectores, no se debía olvidar claro está, que aquella era una novela histórica, y ¿quién duda que la historia está hecha de sangre y nombres?. Salvo eso, la aventura fue rodando página a página, frase a frase y letra a letra.

Le llamó la atención lo minucioso y descriptivo que fue el autor a la hora de narrar cada batalla, de tal manera que Leo no pudo evitar sentir que estaba en medio de aquellas carnicerías esquivando balas, cargando y disparando su arma. El calor, el sudor, el polvo y el hedor de aquellos momentos, se impregnó sin remedio en su mente.

Pero si hubo algo que le llegó a Leo hasta el alma fue la historia personal de los personajes centrales del libro. Había sitio para el humor, para el amor y para las relaciones humanas. Muchas lecturas y moralejas pudo entresacar de aquella aventura… no sabía por qué, pero ese maestro, ese mulero y aquella bordadora acabaron por llegarle al corazón de una forma tan sencilla como sorprendente.

Según avanzaba en la lectura, el interés por los acontecimientos crecía. Cada día el “una página más” se hacía más difícil de controlar, y solo el sueño implacable le hacía decidirse por cerrar el libro y dejar la continuación para el día siguiente. Y es que sin miedo a ser exagerado, Leo descubrió que si bien la novela estaba perfectamente escrita, había partes que denostaban una brillantez impresionante, de esos fragmentos que apetece volver a leer varias veces debido a su belleza.

Tras todo esto, llegó el final… ¡y vaya final!… el punto de misterio que envolvía a la historia desde el principio se desveló, el desenlace de lo que ocurriría con cada personaje salió a la luz, sí, esos personajes de los que ya Leo se sentía amigo. Tanto, que una vez cerrada la contraportada, sintió pena. Pena, por no saber más de aquellos compañeros de lectura, por darse cuenta que no podría nunca abrazar a Teresa, hablar con Alonso, bromear con Tomás ni estrechar las manos de Catalina… porque eso le apeteció nada más leyó la última palabra… abrazarlos a todos y decirles “gracias”. Gracias por haber brotado de la mente de ese autor, por haberle conquistado y por haberle hecho sentir que aquella vieja bandera, estará de por vida doblada en un rinconcito de su corazón, y por haber formado parte de aquella novela, que para siempre tendrá un sitio en su memoria.



Leonardo Hernández-Gatón Suárez.
Avilés, 2 de mayo de 2012

jueves, 1 de enero de 2015

Presentación en el Centro Asturiano de Madrid

El pasado día 18 de diciembre a las 20:00 horas, se celebró la presentación de "La Vieja Bandera" en el salón de actos del Centro Asturiano de Madrid. En el acto, intervino su presidente, Valentín Martínez-Otero, el editor de De Librum Tremens, Alberto Pertejo, el escritor, articulista y profesor de literatura Luis Arias Argüelles-Meres, y el autor de la novela, Rubén Sánchez Cueva.

Fue un acto sencillo y agradable en el que el presidente del Centro Asturiano, Valentín Martínez-Otero, introdujo la novela en el contexto histórico de la España, y concretamente la Asturias, de 1808, señalando su importancia como primer territorio en declarar la guerra a Napoleón Bonaparte. Asimismo, quiso subrayar el apoyo que el Centro Asturiano ofrece siempre a los asturianos que viven lejos de su tierra.

Por su parte, el responsable de la editorial, Alberto Pertejo, quiso señalar el estado actual del mundo literario en España, invadido por una latente mediocridad y ansia de ventas masivas con escaso o nulo sitio para los autores más desconocidos. En este sentido, quiso recalcar el contrapunto que ofrece, para la editorial, el hecho de publicar novelas y trabajos serios y rigurosos, en este caso refiriéndose al ámbito histórico, y en general queriendo señalar la escasa diferencia de calidad existente entre los autores superventas y aquellos escritores que publican con casas más modestas. Igualmente, quiso ofrecer unas breves palabras alabando "La Vieja Bandera".
Recorte de prensa de "El Comercio" sobre la presentación.
El escritor, profesor y articulista Luis Arias Argüelles-Meres, recientemente premiado por la Asociación de Escritores de Asturias en reconocimiento a sus artículos de "La Nueva España" y "El Comercio", disertó de manera muy amena y agradable sobre los diferentes significados que subyacen bajo las páginas de la novela, teniendo como referencia su artículo/reseña de la misma publicado en "El Comercio" el 20 de septiembre de 2014 titulado "De bayonetas y heroísmos". De esta manera, conectó el pasado con el presente, alumbró la figura del maestro Alonso como símbolo de la modernidad y la del mulero Tomás como aquella tradición resistente a los cambios. Del mismo modo, resumió plásticamente a ambos personajes como una revisión actual de los icónicos don Quijote y Sancho Panza. Señaló la, a su juicio, plasticidad narrantiva, los recursos literarios del texto, la evolución marcada de los personajes principales, las diferentes visiones de España expuestas en el texto, desde la castrense hasta la popular, la histórica y la actual. Finalmente, quiso reseñar la en su opinión acertada visión de la crudeza de la guerra, señalando esta novela no como un libro de carga patriótica sino, al contrario, de carga humana.

Y finalmente, el autor, Rubén Sánchez Cueva, tras los agradecimientos de rigor (sobre todo uno, entrañable, a su esposa), incidió en aspectos como la "señardá", hermosa palabra asturiana que significa nostalgia; una nostalgia, según él, que no es sino gran motor de la novela. Señaló que las ciudades y paisajes que son escenario de la trama (Avilés, Oviedo, Madrid, Móstoles y Bailén) quiso plasmarlas fielmente a como entonces eran, con una recreación de las mismas, pretendiendo que constituyan un personaje más del libro. Y precisamente sobre los personajes quiso resaltar el reflejo de su variada idiosincrasia tanto en el acervo cultural como en la forma de hablar y expresarse, entremezclando a su vez personajes reales con los protagonistas inventados, intentando hacerlos confluir de manera natural. No obstante, el autor quiso hacer especial hicapié en que lo anterior y más cosas no son sino los efectos especiales, y que lo más importante es el corazón de la historia y de sus personajes: sus dudas, miedos, pasiones, amistades... y "el heroísmo del que no tiene nada". Finalmente, quiso hacer mención a un matiz de la trama: la conexión de dos mujeres separadas por dos siglos como inicio vehicular de la historia, confrontando pasado y presente, derrota y victoria.