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DE BAYONETAS Y HEROÍSMOS
(Reseña sobre la novela “La Vieja bandera”, de Rubén Sánchez Cueva)
El secreto se cobijaba en una librería avilesina, en un volumen
arrinconado lejos de la literatura de consumo. El secreto de Rubén
Sánchez Cueva para logar una novela excelente estriba en un envidiable
manejo de las técnicas narrativas, sobre todo, a la hora de confrontar
pasado y presente. Pasado de una etapa romántica en la que España
asombró al mundo. Presente ubicado en los encuentros admirablemente
contados entre el librero y su joven lectora y clienta. Presente que
remite a un pasado, al que cuesta encontrar, sorteando muchos
obstáculos, entre ellos, la moda, la actualidad y las técnicas
publicitarias del mercado literario.
Novela muy extensa escrita por un avilesino que, como era de esperar,
se apasiona compartiendo con el lector la historia local. Novela con
una ambición narrativa tal que pone ante el lector a dos personajes que
son, en cierta medida, don Quijote y Sancho: un maestro avilesino de
principios del XIX y su fiel amigo el mulero, que, aceptando la misión
que les encomienda Nicolás Llano-Ponte, se desplazan a Madrid en
vísperas del muy novelado 2 de mayo de 1808. Y se encuentran con la
tremenda batalla, con la horrible carnicería, con un pueblo que se
levanta en armas contra unas tropas invasoras, sin otro bagaje que el de
su bravura, sin otra preparación para el combate al margen de lo que
improvisa algún militar chusquero con consignas acompañadas de
juramentos y apelaciones a la virilidad. En esa batalla, aparece una
mujer, Teresa, bordadora, que sale a la calle desesperada y desnortada
tras haber visto morir a sus familiares. Encuentros fortuitos, heridas,
sangre, hasta desembocar en el escenario goyesco de los fusilamientos.
Tras ello, cerca de Madrid, otro asturiano de pro, Pérez Villamil. Y,
más tarde, viaje hacia Bailén, donde nuestros protagonistas vivieron
también otra cruenta batalla. Mientras el maestro y el mulero se veían
envueltos en la enloquecida guerra, el narrador también se ocupa de lo
que sucedía en la Asturias que se rebeló contra Napoleón.
Plasticidad narrativa, drama, dolor, amistad, erotismo, amor,
pasiones desbordadas en una geografía convertida en un campo de batalla a
resultas de la invasión napoleónica, en una geografía en donde el
teórico soberano de las Españas estaba ausente y al margen de los suyos.
Una madre coraje la del maestro. Una soledad aterradora la del mulero y
también una nobleza infinita. Una recuperación heroica del sentido de
la vida por parte de la bordadora.
Todo eso está en las pesquisas que va haciendo a tientas Jimena tras
comprar una novela que da cuenta de ello y que guarda relación con sus
antepasados sin que ella tenga certeza al respecto, pero sí atisbos.
Miedo a que se descubra todo por parte de uno, curiosidad creciente por
parte de la joven. El librero atesora el secreto, no lo esconde, pero
tampoco se lo sirve en bandeja a Jimena, tendrá que ser ella quien lo
descubra. Mucha geografía, mucha historia, mucha –insisto- ambición
narrativa. Todo un desquite contra la mediocridad de la literatura de
mercado. Todo un desquite contra patrias y banderas. Todo un desquite
contra la barbarie cualquier guerra. “La vieja bandera”, publicada
recientemente, no estará en los listados tipo “40 Principales”, no
tendrá seguramente su espacio entre las publicaciones más influyentes de
las novedades literarias. Pero es una novela con oficio, a pesar de la
juventud de su autor.
Novela
desmitificadora en un espacio mítico, novela que apuesta por la calidad
literaria al margen del mercado, novela que condensa mucho tiempo y
mucho espacio en un pantagruélico banquete literario.
http://blog.elcomercio.es/desde-el-bajo-narcea/2014/09/20/de-bayonetas-y-heroismos-resena-sobre-la-novela-la-vieja-bandera-de-ruben-sanchez-cueva/